El humor gráfico y la Guerra Civil. Índice general | Dibujantes
Dibujantes represaliados o exiliados
De izquierda a derecha, el editor Carceller y los dibujantes Bluff, Mateos, Calders, Tisner y RobledanoDurante la Guerra Civil, los caricaturistas y humoristas gráficos de los dos bandos realizaron una labor propagandística muy importante. En clave de humor, en general panfletaria, simplificada (y por ello de fácil asimilación), como norma, representaban a los propios combatientes como modelos de valentía y nobleza, al mismo tiempo que ridiculizaban al enemigo o lo deshumanizaban.
A causa de la influencia que ejercieron en la opinión pública, y de la manera como trataron la figura de sus adversarios, ridiculizándolos, atribuyéndoles todos los vicios, llamándoles asesinos, etc., al finalizar la guerra, los dibujantes republicanos que no se exiliaron fueron duramente represaliados por los vencedores. Sobre todo, si habían firmado sus dibujos, y si sus acusadores habían tenido además acceso a las publicaciones correspondientes (algunos, quizá previendo este posible desenlace, no firmaban las viñetas, o las firmaban con seudónimos, por ejemplo Pertegás).
Franco había reiterado que "aquellos que no tuvieran las manos manchadas de sangre no tenían nada que temer". Aquellos dibujantes solo las tenían manchadas de tinta y, a pesar de ello, a algunos aquella tinta les costó la vida. O la depuración y largos años de prisión.
En este apartado hemos querido recoger algunas de estas historias de represalias sufridas por dibujantes. Las de Bluf y Carceller, ejecutados. Las de Robledano, Echea, Sama Naharro, Puyol , Martínez de León, Fernando Perdiguero y Escobar, depurados. La de Mateos, viviendo nueve años oculto al finalizar la guerra, con el temor a ser descubierto.
A estas historias hay que añadir las de quienes, precavidos, o con la posibilidad de hacerlo, optaron por el exilio, como Armengol, Bardasano, o Tisner y Calders. Y la de Cabrero Arnal, con peor suerte que los anteriores, que tras pasar por los campos de reclusión franceses, acabó en Mauthausen.
Y junto a las anteriores historias, la de Areuger, dibujante de la revista de derechas Gracia y Justicia, detenido en Madrid al principio de la guerra y fusilado en una saca republicana. Y la de Josep M. Planes, el director de la revista de humor satírico El Be Negre, asesinado por la FAI.
Sobre los casos presentados
La guerra duró casi tres años. Durante estos tres años, en las dos zonas hubo personas represaliadas, porque los sectores más extremistas de cada bando estaban convencidos de que tenían que liquidar a sus adversarios ideológicos. Sobre estos tres años, en lugar de dar cifras sobre el alcance de las dos represiones, preferimos dejarlo así: dibujantes, periodistas y escritores, estuvieron en el punto de mira en cada uno de los dos bandos. Y, a veces, en el punto de mira había una bala.
Cuando terminó la guerra, ya solo los vencedores podían ejercer represalias. Y las ejercieron durante muchos años. Por otra parte, al terminar la guerra, casi medio millón de republicanos marcharon al exilio, ante el temor de sufrir las represalias de los vencedores.
Son dos razones: quienes ganaron la guerra, y quienes marcharon al exilio. Dos razones por las que es más fácil localizar casos de republicanos represaliados o exiliados. O dicho de otro modo: la mayor presencia de casos de este tipo presentados en estas páginas son solo el resultado de esta realidad, y no de ningún tipo de sesgo ideológico. (1)
Más allá de los dibujantes
Los casos de los dibujantes represaliados u obligados a marchar al exilio, son solo una ínfima parte, anecdótica, de lo que ocurrió entonces, y si sus historias individuales son más conocidas es solo a causa del protagonismo público de su trabajo, y por el interés de algunos historiadores por dar a conocer lo que les ocurrió.
La represión de los sublevados contra todos aquellos que se les oponían, iniciada de forma sistemática desde el primer día de la sublevación y ejercida en todas las zonas que iban ocupando, al finalizar la guerra no cesó, sino que incluso se incrementó.
"Desde 1936 a 1943 los tribunales militares establecen la jurisprudencia de que los que se opusieron por las armas en la guerra al 'Legítimo Gobierno Militar constituido tras el Alzamiento', es decir todos los que defendieron la República, son reos de los delitos de Rebelión Militar si emplearon armas, y de Adhesión a la Rebelión, Auxilio a la Rebelión, Inducción a la Rebelión, o Apología de la Rebelión, si no las emplearon." (2)
Para los represaliados (por el motivo que fuera, porque habían pertenecido a algún sindicato, o porque habían ocupado algún cargo político, o porque eran maestros de ideas republicanas, o porque eran parientes "de rojos", etc.), si no eran sentenciados a penas de muerte y eran ejecutados, si al final llegaba el día en qué eran excarcelados (muchos murieron en las prisiones y los campos de trabajo, a causa de la dureza de las condiciones de vida), una vez en la calle tenían que adaptarse a la nueva situación. El suyo era un vivir siempre con miedo, a causa de su pasado de "rojos". Había que comer, había que trabajar para sobrevivir, mantener a la familia, y cada cual lo hizo como pudo. Los dibujantes represaliados también, y unos consiguieron hacerlo con más entereza, habilidad o suerte que otros.
Además, hay que tener en cuenta que las penas de prisión, en ocasiones, iban acompañadas de penas económicas y eventuales embargos, por lo que en muchos casos la vida de los represaliados y sus familias, durante la postguerra, fue todavía más dura.
"El procesamiento en un consejo de guerra sumarísimo durante la Victoria, incluso en el caso de acabar en una condena a muerte, no despejaba la posibilidad de otros procesos (...) la sistemática acción represiva y de exterminio se completaba a menudo con depuraciones, multas y otras medidas, que no solo afectaban a quienes habían permanecido fieles a la II República, sino también a sus familias. La venganza carecía de límites éticos más allá de unas apariencias jurídicas apenas mantenidas." (3)
Perseguidos por los dos bandos
Además de las personas perseguidas por los de un bando, o por los del otro, hubo también quienes tuvieron la mala suerte de ser perseguidos por unos y otros. Como Sigfrido Blasco, el director de El Pueblo de Valencia:
"El clima bélico desbordó los odios partidistas y sindicales contra muchos editores y titulares visibles de periódicos de gran difusión, y propició represalias e innumerables persecuciones. Algunos de ellos fueron perseguidos por ambos bandos. Entre los casos extraordinarios figura Sigfrido Blasco. El hijo del escritor y político Vicente Blasco Ibáñez era propietario y director del diario El Pueblo de Valencia y se vio obligado a huir precipitadamente al extranjero porque los sublevados habían puesto precio a su cabeza y los republicanos habían hecho lo propio, en dramática coincidencia." (4)
O Francisco Madrid, reportero y subdirector de La Voz:
"El caso del reportero Francisco Madrid fue revelador de la persecución por parte de uno y otro bando. Pese a ser republicano y hallarse amenazado por los falangistas, fueron los anarcosindicalistas catalanes los que pusieron precio a su cabeza. En él cristalizaron los odios embalsados. Madrid era subdirector del popular diario madrileño de la noche La Voz. Al estallar la guerra se hallaba en Francia (...) y cuando cruzó la frontera se iniciaron sus problemas con los anarquistas barceloneses, que estimaron algunas crónicas suyas demasiado críticas con ellos y, a raíz de la sublevación militar, se propusieron eliminarle." (4) (5)
Los dibujantes del bando de los sublevados al final de la guerra
La situación de los dibujantes, cartelistas y periodistas que durante la guerra habían contribuido a la campaña propagandística de los sublevados, obviamente, era otra: al finalizar la guerra, para ellos la postguerra fue mucho más amable. Por ejemplo, Tono, Miura, Herreros y otros, que durante la guerra habían dibujado para La Ametralladora, en 1941 crearon La Codorniz.
En La Codorniz, durante la primera etapa, el tipo de humor era amable, surrealista, socialmente no conflictivo y prudente. Hay que tener en cuenta que, para aquellos dibujantes del bando de los vencedores, su libertad también era limitada. Su labor no estaba libre de riesgos, sobre todo durante aquellos primeros años de la postguerra, en los que seguían los juicios sumarios y las depuraciones. Para cualquiera que osara aventurar cualquier pequeña crítica al nuevo régimen, o desviarse mínimamente de la ortodoxia nacionalcatólica imperante, la censura era implacable.
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(1) Al acabar la guerra, los vencedores hicieron un inventario exhaustivo de las muertes en la zona republicana, pero no tuvieron ningún interés en documentar las que ellos habían causado. Décadas después, cuando empezó a ser posible investigar estas muertes, las dificultades fueron, y siguen siendo, en ocasiones insalvables, ya que muchas de las ejecuciones extrajudiciales en la retaguardia de los sublevados no fueron registradas de ninguna manera. El resultado son los muchos muertos que siguen todavía en fosas comunes, y que siguen constando como "desaparecidos".
(2) "Los delitos en aquella justicia al revés". Lasmerindadesenlamemoria.wordpress.com, 10/6/2015
(3) Juan A. Ríos Carratalá. "El procesamiento de un amigo de 'conducta intachable': el dibujante Joaquín Sama". Repositori Institucional de la Universitat d'Alacant, 2021
(4) Ambos fragmentos son de "Así fue la caza del periodista durante la guerra civil", Luis Díez, heraldodemadrid.net, 4/4/2017
(5) Otros casos peculiares fueron los de Tisner y Calders, en peligro a causa de su denuncia de la violencia de los anarcosindicalistas. O el de Josep M. Planes, el director de El Be Negre, una revista muy crítica con relación a los excesos de los anarcosindicalistas, los cuales le acabaron asesinando.
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