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"Saqué fuerzas de la fe y denuncié a mis violadores"
Mujtar Mai
(entrevista de Núria Navarro)
El Periódico, 29-3-2006
Meerwala (Pakistán), 1972. Premio Casa Asia 2005. Cuenta su historia en 'Deshonrada' (Aguilar)
Mientras habla con una voz casi imperceptible, Mujtar Mai clava la punta del bolígrafo en una servilleta hasta agujerearla. El 22 de junio del 2002 fue violada por cuatro hombres de su aldea, en Penjab. Pagaba así una ofensa al honor presuntamente cometida por su hermano menor. Fracasó en el intento de suicidarse, sacó fuerzas y denunció a los agresores. Hoy trabaja para que no haya otras Mujtar en Pakistán.
-¿Cómo era la vida antes?

-Meerwala, mi pueblo, era como una selva. No había carreteras ni luz ni comisaría de policía ni escuela. Mi padre, Ghulam Farid, que es carpintero, pertenece a los gujjar, un clan humilde. La mía fue una infancia tranquila. No fui a la escuela, pero aprendí de memoria el Corán.

-Su hermano tenía 12 años cuando se desencadenó el horror.
-Sí. Algunos dijeron que le habían visto robar caña de azúcar en los campos del clan mostoi, los poderosos terratenientes de la aldea. Otros, que había violado a Salma, una mostoi de 20 años. Más tarde él contó que sólo estaba durmiendo debajo de un árbol, que se le acercó Salma y le habló. Alguien lo vio y lo denunció como una ofensa al honor.

-¿Por algo tan fortuito?
-El honor de la mujer es algo muy serio. Simplemente, no tienes derecho a hablar con una mujer ajena a tu familia. Es una tradición tribal. No tiene nada que ver con la justicia oficial ni con el islam. Es la justicia feudal. En estos casos, es difícil probar la inocencia. Siempre temes que te lleven ante el panchayat consejo con una acusación falsa.

-¿Qué ocurrió?
-Secuestraron a mi hermano. Mi familia sintió tristeza, pero también temor e impotencia. Quienes nos acusaban eran poderosos. Decidieron que fuera yo quien pidiera perdón. Tenía 28 años. Convocaron al consejo y pensamos que no ocurriría nada malo. Acudí a la asamblea con mi padre y el mulá. Tranquila. Y el veredicto nos heló.

-Su hermano fue sodomizado y usted, violada entre cuatro.
-No puedo rememorar el incidente, lo siento...

-Lo comprendo.
-La única salida después de eso es el suicidio. Si eres pobre y te quitan el honor estás muerta... Yo intenté suicidarme, pero me salió mal. Entonces, pensé que Dios no quería que me suicidara. Tampoco podía vengarme, porque la venganza es patrimonio de los hombres. Cogí fuerzas de mi fe y decidí denunciarlos.

-Cambió su destino.
-Fui a la comisaría. Me acompañaron mi padre y el mulá. Recuerdo que la policía no nos recibió bien. Las mujeres educadas me apoyaron sin vacilar, pero las del pueblo me decían que no me expusiera, que callara. Yo, desde mi analfabetismo, supe que lo peor era el silencio. Y llegué al tribunal.

-Logró meter a los cuatro en la cárcel y recibió una compensación.
-Sí. Pero una persona sola no consigue nada. Si tengo fuerza es por el apoyo mundial que he recibido.

-The New York Times destacó su valentía, Laura Bush la apoyó...
-Cuando te han quitado el honor, nadie puede devolvértelo. Yo sólo deseo que no haya otra Mujtar. Y estoy orgullosa de que, en estos cuatro años, no se haya celebrado ningún otro tribunal como el mío. Y he fundado una escuela para niñas, un centro de crisis para mujeres...

-Ha pagado usted mil honores ofendidos.
-El dolor y la tristeza son difíciles de olvidar. Siempre estarán conmigo.

-¿Por qué no se fue lejos de Meerwala?
-He tenido ofertas para ir a vivir a Canadá, a EEUU... Pero no he aceptado. El dolor iría conmigo y no habría podido fundar la escuela que hoy instruye a 300 niñas. Yo vivo para ellas, vivo a través de ellas. Son mi fuerza. Cuando entro en la escuela, corren hacia mí y me llaman "hermana". Ellas saben lo que me pasó y saben que, si alguna profesora les riñe, voy yo y le digo que hay que enseñar con amor y no con temor.

-Pero sigue viendo cada día a los brutos del pueblo.
-Los seis implicados en mi violación están en prisión. Y el resto están por allí, sin sentir ninguna vergüenza... Para ellos, una mujer sigue siendo un objeto de posesión, de honor o de venganza. Pero si hoy hay alguna comisaría de Penjab que funciona es la de Meerwala, porque saben que Mujtar tiene mucha fuerza.

-¿Y su hermano? ¿Le ayudó?
-No. Él lleva una tiendecita. Yo lucho por los derechos de las mujeres y no necesito el apoyo de ningún hombre. Ahora hay luz en la selva.

-La que usted ha encendido. ¿Siente odio?
-¡Naturalmente! Pero intento reciclarlo en buenas obras.